30/6/11

Dicese del señor indiferente.

Cuenta la historia, la de un hombre al que le daba todo igual.

Desde el momento de su nacimiento, parecía que no le gustaba vivir. Todo se lo tomaba de forma excesivamente calmada, a él le daba igual que se le perdiese su peluche o alguno de sus juguetes favoritos e incluso, algunos amigos, él sabía que iba a encontrar otros y olvidar los anteriores. Así, transcurrió su vida poco a poco, y mientras más iba pasando menos ganas le tenía a la vida.

En el momento de su adolescencia, su vida cambió de basarse en sus peluches y risas, a los estudios. Evidentemente, hacia lo justo y necesario, e incluso, en temporadas de exámenes importantes se le rondaba por la cabeza la manera de acabar con su prescindible vida, ya que sabía que no iba a ser nada del otro mundo en un futuro. Y fueron pasando los años, pero con lo justo, no bastaba. Repetía de cursos, y sus compañeros iban consiguiendo sus metas, e iban siendo felices. Él, se quedaba atrás y se deprimía, por lo que se quedaba aún más atrás. Se planteaba la idea de dejar de estudiar, dejarlo de una vez, para poder conseguir algo de dinero extra para su familia y que no estuviesen tan disgustados con él.

Hasta que un día, apareció una meta por la que seguir con la vida. Una meta por la que luchar. Una meta que merecía la pena de verdad. Una meta que le gustaba. Luchó por ella y pasó mucho tiempo con ella en la cabeza, abrazándola y queriéndola.
Aunque, como era de esperar, la descuidó y la dejó ir.

La vida es como la mitología griega. Uno puede ser como Orfeo, y bajar a por ella a los Infiernos, y una vez recuperada otra vez, dejarla morir.

Por lo que él, decidió dejar de vivir.

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